Buscar
- Volver
- 11/04/2016 • Vela Ligera
Cuatro historias de superación a través de la vela adaptada
No hace tanto, nadie se hubiera atrevido a vaticinar que personas con discapacidad podrían practicar el deporte de la vela en mar abierto. Hoy eso es una realidad gracias, en parte, al apoyo que el Real Club Náutico de Palma y Obra Social La Caixa prestan a la Fundación Handisport. Pero, sobre todo, gracias al empeño que Ángel Vega, Mari Carmen García, Maxi Domínguez y Ramón Gutiérrez han puesto en demostrar que ni las olas ni el viento son una barrera
Reconvertidos en regatistas, las experiencias personales de los cuatro deportistas evidencian que la vida es cambio constante y que el verdadero triunfo no radica en las medallas que han conseguido y que esperan obtener en el futuro, sino en la capacidad de adaptarse a las circunstancias que a cada uno le ha tocado vivir. Circunstancias que lo cambian todo y te hacen buscar un nuevo rumbo “ni mejor, ni peor al que llevabas, sino simplemente diferente” para seguir adelante.
Así es como los cuatro irrumpen en el mundo de la vela, su gran pasión y el motor que mueve ahora sus vidas. Sus distintas discapacidades convierten la práctica del deporte en indispensable para favorecer el trabajo físico del cuerpo, admiten, y más importante “para ayudar a la mente. “Sentirte parte de un grupo, es fundamental anímicamente”, asegura Ramón Gutiérrez.
RAMÓN GUTIÉRREZ
A sus 46 años, Ramón es el novato del equipo. Se incorporó hace apenas un año animado por Maxi, su pareja en la competición de dobles, y por Ángel a quienes conocía de coincidir en diversas Asociaciones de Discapacitados y grupos de handbike. Ramón sufrió una caída desde una terraza que le produjo una paraplejia incompleta. “Hace cuatro años y parte de mi rehabilitación es estar permanentemente haciendo deporte y estar físicamente lo mejor posible”, apunta. Sin embargo, en la balanza del regatista pesa más la parte emocional y mental. “Tener una motivación por superarte, saber que al día siguiente tienes entreno con el equipo, que tienes que organizarte porque en dos semanas tienes competición y todo lo que implica un compromiso con un equipo te ayuda a mantener la mente ocupada y eso es muy importante”.
Padre de familia, Gutiérrez reflexiona que “cuando pasas en cuestión de segundos de estar trabajando de sol a sol a una vida contemplativa y completamente desconocida necesitas ocupar tu mente. No puedes hacer lo que hacías 40 años atrás. Tu vida es diferente y en consecuencia tienes que ocupar tu tiempo en cosas diferentes”, explica.
Ese pensamiento culminó con la incorporación de Ramón al equipo. “Un día presentando una queja ante el Govern, Maxi me propuso venir a probar. Yo había vivido siempre de espaldas al mar, a pesar de residir a 70 metros del CN de Portocolom, y desconocía por complemento este deporte. Desde el primer día me enganchó. Me gusta la vela, el mundillo, la competición y lo mejor es que desde el primer momento me he sentido muy integrado”, destaca.
MAXI DOMÍNGUEZ
Un accidente de tráfico hace 24 años dejó en silla de ruedas a Maxi Domínguez, que ahora tiene 53, y le situó en el mismo punto de partida que a su compañero. “Hasta que se produjo el accidente ejercía de aparejador y evidentemente tuve que dejarlo. Me reciclé y durante un tiempo me dediqué a combatir las barreras arquitectónicas, pero también me he retirado de eso”. En el transcurso de sus idas y venidas, comenzó a forjar la idea de practicar algún deporte. Lo intentó primero con el baloncesto “pero era muy agresivo para los hombros. Nosotros dependemos mucho de la salud de nuestros brazos para poder movernos y lo dejé”. Fue Ángel quien le animó a probar con la navegación. “Me invitó a conocer a la Fundación Handisport, que empezaba a promover deportes diferentes. Yo había probado ya a navegar en Calanova, pero no pasábamos de hacer cursillos en gamba. Después de unos cuantos días navegando nos propusieron si queríamos formar un equipo de vela adaptada y dijimos que sí. Era algo que me gustaba y fue una oportunidad única la que me ofrecieron. Desde entonces venimos peleando con el mar y con las olas”, bromea.
ANGEL VEGA
Su compañero de viaje desde el primer momento fue Ángel Vega. El deportista de 57 años tiene una lesión medular completa motora e incompleta insensitiva, “siento pero no me puedo mover”, matiza. A diferencia de sus compañeros, su lesión no se produjo como consecuencia de un trauma. “Una noche me desperté con un dolor muy fuerte. Se me había roto una vena y eso fue todo. En segundos me cambió la vida”. Vega llegó al equipo a través de Handisport. “Me propusieron probar y me ocurrió lo mismo que a todos. Al principio me parecía un poco monótono, pero a medida que pasan los días y vas conociendo este mundo y entendiéndolo te va gustando más y eso es lo que pasó”, explica. Para Ángel lo más importante de todo este tiempo de aprendizaje ha sido constatar “que hay gente que se preocupa por nosotros”. Todos coinciden en la suerte que supone poder contar con el apoyo de la Fundación Handisport, el Real Club Náutico de Palma (RCNP) y la Obra Social La Caixa, “gente que está dispuesta a luchar con nosotros, no por nosotros. Si no fuera por ellos no habríamos tenido la oportunidad de acceder a un mundo que económicamente no está al alcance de todos los bolsillos y la verdad es que nos lo pusieron muy fácil”, destacan.
MARÍ CARMEN GARCÍA
Ángel forma pareja en la competición de dobles con Mari Carmen García. ‘La rubia’ –apelativo cariñoso con el que sus compañeros se dirigen a ella aunque su pelo ahora es castaño- es la única integrante femenina del equipo. Tiene 46 años y desde hace 15 está diagnosticada de esclerosis múltiple. Su amerizaje en el equipo llegó de manera casual. La regatista señala que “quien navegaba en casa era mi hija. Yo venía a traerla cada fin de semana y decidí apuntarme a un curso para saber qué sentían los niños. Me enganché enseguida. Hice los tres cursos y un día el entrenador me planteó que por qué no me unía al equipo. Me animé y aquí estoy”, explica.
Mari Carmen encarna los valores de fortaleza y espíritu de lucha y “es el mejor ejemplo de que el cuerpo no sigue a la mente, sino que es la mente la que te mueve”, afirma Maxi. Su enfermedad degenerativa la deja prácticamente sin fuerza, hasta el punto de que en alguna ocasión han tenido que sacarla del barco al finalizar una competición porque no podía hacerlo sola. Sin embargo, lejos de ser un impedimento, la regatista ha desarrollado su propia estrategia para aguantar el tiempo necesario. “La primera regata consigo hacerla muy bien porque voy con las baterías a tope, pero cuando ya voy por la segunda vuelta pues la cosa va bajando y llega a ser una cuestión de supervivencia”, indica. Después del último brote, la deportista no ha podido recuperarse totalmente y actualmente sólo navega en dobles, aunque sigue los progresos de sus compañeros desde la neumática “sufriendo, viendo lo que hacen y animándolos”, apunta. El apoyo incondicional a sus compañeros confirma que “no hay líder en el equipo y no tenemos unos roles marcados. El hecho de que uno vaya mejor o peor en su momento no significa nada, simplemente nos ayudamos mutuamente”, apuntan. También cuentan con el respaldo incondicional de sus respectivas familias, que “están contentos de verte bien, feliz y comprometido con algo” y han acabado por verse arrastrados por la actividad del grupo de forma natural, admiten.
Los entrenadores del RCNP, Jordi Castro y Felipe Cuadrado, valoran el optimismo y la determinación de su grupo. Castro destaca que “al margen de sus discapacidades físicas, ante todo son regatistas y sus entrenos son como los de cualquier otro deportista. Una vez que están dentro del barco y en el agua no hay ninguna diferencia. Es lo bonito de la vela adaptada, que es vela”, afirma. El preparador insiste en que los cuatro discípulos son mucho más que un equipo y asegura que todos poseen cualidades y habilidades destacables dentro del barco tal y como han demostrado en competición.