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- 03/04/2023 • Piragüismo
Úrsula Pueyo: la mujer sin barreras
La esquiadora paralímpica mallorquina se pasa al piragüismo de la mano del Real Club Náutico de Palma. Ha sido elegida deportista del año en los Premios de Onda Cero Mallorca.
Por JOSÉ LUIS MIRÓ
Perdió una pierna a los 14 años en un accidente de moto, se convirtió en una de las esquiadoras paralímpicas más importantes de España (campeona del mundo y dos veces participante en unos juegos de invierno) y ahora quiere estar en París 2024 como piragüista de la mano del Real Club Náutico de Palma, su nueva casa. Úrsula Pueyo (Palma de Mallorca, 38 años) sorprende en el primer contacto. Transmite una energía descomunal, aunque es fácil que se emocione y se le humedezcan los ojos. La vida le propinó un duro golpe. Consiguió salir adelante y “darle la vuelta a la tortilla” gracias a su fuerza de voluntad y al apoyo incondicional de su familia. Sabe lo que significa competir al máximo nivel y el sacrificio que conlleva, pero no le da miedo el trabajo. Consiga o no su ambicioso objetivo, una cosa está clara: Úrsula ha nacido para romper barreras.
¿Qué ha significado el deporte en tu vida?
Lo ha sido todo, incluso antes del accidente. Desde pequeña he sido una persona muy activa. Empecé a hacer deporte casi al mismo tiempo que aprendí a hablar. Iba corriendo de un lado a otro, en bicicleta… Lo primero que practiqué a nivel federado fue el vóley, luego llegó el esquí y ahora el piragüismo, pero he hecho de todo: fútbol, baloncesto, natación…
En medio de toda esa actividad tuviste el accidente de moto. A los 14 años perdiste una pierna. ¿Pensaste en algún momento que tu vida iba a estar más limitada?
Puede parecer que lo voy a decir es para quedar bien, pero no lo pensé. Yo me di cuenta enseguida de que había perdido una pierna y mi único pensamiento era para mi familia. No había otra cosa en mi cabeza. Al cabo de un mes y medio de estar medio sedada, le dije a mi madre que no me sentía la pierna derecha, a pesar, ya digo, de que había sido consciente de ello en el mismo momento del accidente. Fue entonces cuando los médicos me lo dijeron. Recuerdo que miré a mi madre y me propuse devolverle, a ella y a toda mi familia, tantas sonrisas como llantos había provocado.
¿Te emociona hablar de esto?
Sí, soy demasiado sensible. Mi historia es la que es, pero también te diré que el accidente es sólo un momento más de mi vida. Me han sucedido cosas peores. Lo importante para mí es que los míos estén bien.
Hablemos de deporte. ¿A qué deporte te enfocaste tras el accidente?
Lo primero que hice al llegar a casa fue decirle a mi madre que iba a montar en bicicleta. Y a los diez minutos lo había conseguido. Un amigo y mi hermano me compraron una piragua con la que empecé a navegar por el Port des Canonge. Luego ya vino lo del esquí.
Dices “lo del esquí” porque eso terminó siendo algo determinante en tu vida, el deporte con el que la gente te identifica. ¿Lo habías practicado antes?
No, qué va. Y mira que en el colegio ya existía la Semana Blanca. Yo la aprovechaba para visitar a mis amigos del pueblo (se refiere a Esporles), puesto que pasaba la mayor parte del tiempo en Palma.
¿Y cómo llegaste a este deporte?
Me enteré de que se podía practicar con una pierna y me puse en contacto con la Fundación También, en Sierra Nevada. Recuerdo el día que esquié por primera vez, el 4 de abril de 2004. Me gustó tanto que ya no pude dejarlo. Es un deporte que te permite estar en contacto con la naturaleza, algo que para mí es fundamental. También me conquistaron Granada y su gente. Me bastaron cinco días. Al llegar a casa, les dije a mis padres que me iba a vivir a Sierra Nevada. Su respuesta fue que “adelante” mientras no dejara los estudios.
Tus padres te han dado siempre libertad.
Sí, porque siempre les he demostrado que esa libertad conlleva una responsabilidad. Me han dado alas para volar y raíces para regresar.
El esquí se te acaba dando muy bien. Basta ver tu palmarés.
Bueno, pero antes de competir a alto nivel pasaron casi dos años, en los que estuve trabajando en la escuela de esquí de Sierra Nevada. En 2006 se me ofreció la posibilidad de ir a Baqueira a formar parte del equipo nacional. Yo estaba muy a gusto con mi gente en Granada y viniendo a menudo a Mallorca para estar con mi familia. Al principio decliné. Mis amigos me dijeron que no podía desaprovechar una ocasión como aquella. Me convencieron y ese mismo verano me fui a entrenar a Grenoble. Allí empezó mi carrera deportiva de alto nivel.
Has estado en dos juegos Paralímpicos (Vancouver 2010 y Sochi 2014) y has llegado a ser la mejor esquiadora europea de tu categoría, pero deduzco, por tus palabras, que la experiencia de estar fuera de casa fue dura.
De algún modo yo me veía dentro de una jaula de oro. Yo era feliz en la nieve, con mi entrenador, en el gimnasio con mi preparador físico… En las sesiones con la psicóloga ya me desmoronaba un poco. Pero el mundo que rodeaba todo eso no me agradaba tanto, pero formaba parte del proceso y tenía que aguantarlo.
Ese esfuerzo, sin embargo, fue el que te permitió saborear el éxito.
Sí, por supuesto, pero yo quiero ser recordada como Úrsula, no como una súper esquiadora.
Pero es que Úrsula también es eso.
De acuerdo, pero se trata de algo que llevo dentro, que forma parte de mi manera de ser. Es evidente que el deporte ha ayudado a forjar mi carácter, pero detrás de esa deportista hay otra persona que sufre, que tiene una familia… A ver cómo te lo explico. Yo llego a Esporles, a mi pueblo, ¿tú crees que alguien me pregunta por las medallas o por mis éxitos deportivos? No, claro que no. La gente que me conoce sabe que no pienso en esas cosas. Yo he llegado a donde he podido en el deporte gracias a la ayuda de la gente que me ha dejado luchar y de la que no me ha dejado caer.
Llegados a este punto de la entrevista, quizás se entienda mejor que hayas elegido el piragüismo para poder residir en Mallorca, en tu casa.
Cuando dejé el equipo nacional de esquí en 2019, vine a Mallorca para estar cerca de mi familia, pero al piragüismo he llegado por otra razón. Se da la circunstancia de que una prima mía es profesora en el colegio donde cursan sus estudios los hijos de Ismael Uali, entrenador del Real Club Náutico de Palma. Ella le habló de mí y él me propuso probar la piragua. Pero yo acababa de dejar un deporte, había empezado a trabajar y lo que buscaba era estabilizarme. La cosa quedó ahí. Al cabo de un tiempo coincidimos en una entrega de premios de los paralímpicos de Tokio en el Consolat de Mar. Yo le daba el galardón a Xavi Torres e Ismael a Adrián Castaño. Allí, entre bambalinas, volvimos a hablar y finalmente le dije que sí.
Y en tu primera regata ganaste un Campeonato de España
Sí. Yo no he dejado de entrenar, no me sé estar quieta, así que nunca he llegado a perder el tono. Insisto: yo no compito contra nadie, sino contra mí misma. Soy así. Me propongo metas cada día. Me pongo el crono hasta para pasar el aspirador.
¿Qué te está gustando del piragüismo?
Lo mismo que lo del esquí: el contacto con la naturaleza. Practicar deporte en el mar es una gozada. El piragüismo es un deporte muy exigente, sobre todo en las pruebas largas. Estoy motivada y he decidido implicarme de la única manera en que sé hacer las cosas: dándolo todo. He dejado mi trabajo para centrarme totalmente en este proyecto, donde tengo el apoyo de mucha gente que confía en mí. Me he marcado la meta de llegar a los Juegos de París en 2024, aunque sé que no es nada fácil. Habrá que trabajar duro.
¿Cómo te ha acogido la gente del Real Club Náutico de Palma?
Súper bien. Estoy muy contenta y me siento muy agradecida por el apoyo y el recibimiento. El club tiene una gran sección de piragüismo, con muchos deportistas, y todas las personas con las que he tratado (directivos, entrenadores, compañeros…) han sido muy atentas y amables conmigo. Es un orgullo formar parte de esta familia.